Aquel invierno de 1959 había sido lo suficientemente lluvioso como para que los peñarriblenses pudiesen hablar de “temporales de lluvia”, fenómenos meteorológicos que, indirectamente, se cobraron la vida de Gregorio Gilgado Cáceres y ocasionaron contusiones a su hija Clemencia cuando en la madrugada del miércoles 11 de marzo se produjo el derrumbamiento de la casa con el número 19 de la calle Málaga, en el distrito de Peñarroya. Media docena de vecinos, entre ellos un guardia civil, que acudieron a los gritos de ¡socorro! de las supervivientes formaron el improvisado equipo de rescate que apartó con las manos y otros medios de fortuna los escombros y menos de una hora después pudo extraer el cadáver, que no fue levantado por el juzgado de instrucción hasta las 10 de la mañana, esto es cinco horas después del suceso, y tras haberse personado en el lugar el alcalde, Alfredo Gil, y Tomás Moya, teniente de alcalde de este distrito, al tener conocimiento del accidente.

En esta misma jornada se celebraba una solemne ceremonia en el cementerio de San Jorge, con la presencia del Alcalde, del párroco-arcipreste de la parroquia de Santa Bárbara, José Cañones; del juez municipal, Francisco Javier Sara y del delegado local de sanidad, y médico, Rafael Marcos, en la que se procedió a cumplir la anterior petición explícita de sus familiares y llevar a efecto a la exhumación de los restos de tres de los caídos peñarriblenses “en nuestra Guerra de Liberación”: el sargento Juan de Dios García Márquez; el alférez Enrique Isidro Romero y el civil Pedro Jiménez Suárez, para proceder a su posterior enterramiento en el Monumento Nacional de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, en el lugar denominado Cuelgamuros -en las estribaciones de la Sierra de Guadarrama, dentro del término municipal madrileño de El Escorial.

Ayuntamiento peñarriblense, como todos los de la provincia, había recibido por
intermedio del gobernador civil de Córdoba, sendas circulares de 31 de octubre de 1958
y de 26 de febrero de 1959 el acuerdo del consejo de ministros «sobre la ejecución y efectividad del traslado de los Héroes y Mártires de la Cruzada al Valle de los Caídos» y «siempre en relación a los inmolados o Caídos durante la guerra de Liberación», circulares en las se especificaba la necesidad del consentimiento expreso de los familiares de las víctimas identificadas y el control de la operación de traslado mediante ficheros y libros de registro y otros como el tamaño de las cajas o la realización de un mapa por cada provincia detallando todas las poblaciones con enterramientos y fosas, especificando el número de estas. Además se abría la posibilidad de trasladar también los restos de los vencidos, civiles y militares que seguían siendo denominados por las autoridades franquistas como “rojos”, atendiendo al intento propagandístico del régimen de transmitir una falsa imagen de reconciliación simbolizada en «la robusta horizontalidad de los brazos de la cruz monumental que ampara por igual a todos los españoles» y atraerse de esta manera las simpatías de las democracias occidentales en el periodo de la Guerra Fría contra la Unión Soviética y los demás integrantes comunistas del Pacto de Varsovia.

Atendiendo a las órdenes del ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega, la guardia civil realizó un listado de muertos y asesinados en todas las localidades del país, así como un «informe referente de los deseos de los familiares» acerca de los posibles traslados, cosa que escrupulosamente se siguió con los restos de los vencedores, pero se obvió para los de los vencidos, cuyos familiares en bastantes casos ni siquiera fueron informados de las exhumaciones y posteriores traslados.

Las autoridades locales del Movimiento, como se conocía al partido único de la época, presionaron a los
familiares de las víctimas de los «vilmente asesinados por la horda roja», de 28 nombres registrados en la lápida que, desde los muros de la parroquia de Santa Bárbara, eran homenajeados junto a los grandes mártires estatales cada 20 de noviembre, fecha conocida en los centros escolares como «el Día del
Dolor» para que permitiesen el traslado de los muertos a Cuelgamuros. Las 18 víctimas del distrito de Peñarroya, tenían su panteón en el cementerio de Na Sa del Rosario, aunque sus restos estuvieran dispersos en nichos individuales o en el panteón familiar existente. Los que yacían en los nichos del cementerio de San Jorge prefirieron, como sus convecinos el poder seguir teniéndoles cerca para mantener más vivo su recuerdo. Y parece ser que lo hicieron muy bien, a la vista de la desastrosa forma en la que hemos conocido cómo se han conservado los restos de las 33815 personas allí enterradas -13481 sin identificar-, pues según la cadena SER «A través del agujero del tercer nivel [donde hay, según los registros del Valle, 2617 cajas y 5074 restos óseos] en la Capilla del Santísimo se observa la rotura de los columbarios, dispersión masiva de los restos óseos y mezcla de los mismos» Se echa en falta una falta de sistematización en los traslados y la inexistencia de un registro de entrada que pudiera ayudar en las casi imposibles labores de identificación.

Como anécdota, Elías Díaz, el que fuera conocido enterrador y la persona que más sabía sobre los muertos locales, afirmaba haber gestionado el traslado de los restos de su padre, asesinado en 1936 a Cuelgamuros, pero su nombre, David Díaz, no aparece en los registros y su sobrino David Sánchez no pudo encontrarlo tras años de investigación, lo que convierte a este maestro anarquista que enseñó y formó familia en Peñarroya-Pueblonuevo en los años veinte, en uno más de los desaparecidos tras la guerra civil.

Al día siguiente, las tres cajas de 60x30x30 centímetros que contenían los restos individuales de los tres peñarriblenses -las medidas de las de los restos colectivos sin identificar, eran del doble- salieron hacia Alcaracejos, que fue el lugar designado por las autoridades provinciales para la concentración de todos los demás restos enviados por los pueblos de zona norte de Córdoba, la denominada comarca de la Sierra, aunque a esa cita Traslados de restos en la cripta del Valle de los Caídos sólo concurrirían además los de Belmez y Espiel, con una y cuatro cajas respectivamente, para desde allí continuar su peregrinaje hasta el Valle de los Caídos. Nadie podría imaginar que durante casi medio siglo compartirían mausoleo con el dictador Francisco Franco, “desahuciado” tras la sentencia del tribunal Supremo que refrendaba una de las disposiciones iniciales del primer gobierno socialista de Pedro Sánchez, el 24 de este mes de septiembre inmersos, por tercera vez en este año 2019, en plena precampaña electoral.

Mientras la vida proseguía en la capital del Guadiato: los peñarriblenses seguían preocupados por la escasez de tabaco en los estancos, aunque en los puestecillos, esos tan mínimos y frágiles que levantaban una mayoría de mujeres enlutadas en lugares convenidos, no faltaba, tal vez por su procedencia de contrabando. Se hace un censo de analfabetos para establecer las clases de adultos, no hay que olvidar que Alfredo Gil es el primer alcalde maestro entre los habidos en la corta historia de la Ciudad. Desde el ayuntamiento se seguía ponderando las ventajas que pronto disfrutarían los vecinos tras la municipalización de los Servicios de Aguas Potables, adquirido por un precio simbólico a la Sociedad de Peñarroya y del Suministro del pescado que permite afirmar al Rafael del Pino, Teniente de Alcalde que gracias a los Puestos Reguladores «comemos el pescado más barato que nadie» Y desde la emisora parroquial prosigue miércoles y domingo su intensa labor de evangelización local, su titular, José Cañones que prepara la inminente Semana Santa y hace honor a su apellido con sus frecuentes actuaciones nacionalcatólicas. Y aunque la parte de la estación de la Estrecha y las calles que a la vía del ferrocarril métrico abocan casi carecen de bombillas -se roban o se rompen- y del necesario alumbrado y se dan casos de mordeduras de perros a los vecinos, estos pueden por lo menos soñar en los salones de los cuatro cines, siempre tan concurridos, mientras disfrutan con películas como “La vuelta al mundo en 80 días”, -la de David Niven y el muy popular Cantinflas- “Indiscreta”-la de Cary Grant y la deseada Ingmar Bergman-, “Las girls” o la actuación de la Tuna universitaria de Córdoba con fines benéficos.

Publicado en octubre de 2019 en el Periódico de Peñarroya-Pueblonuevo PPP

Jerónimo López Mohedano, C. O.

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